Diversificación sustentable, entre la milpa y la labor comunitaria

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Sobre la tierra roja de la región del Puuc, don Petronilo Canul Mai recorre su milpa de dos hectáreas, la cual ha sido enriquecida con una diversidad de cultivos nativos para garantizar su sustentabilidad.

Regresar a la milpa rústica le ha permitido a don Petronilo mantenerse tranquilo, sembrar y cosechar mientras contribuye a reparar el daño causado a la selva que años atrás fue desmontada para dar lugar a los plantíos extensivos de maíz.

La riqueza del terreno le ha permitido a este campesino contar siempre con alimento para su familia y para compartir en su comunidad ubicada en San Andrés, donde la gente trabaja para aprovechar sus diferentes actividades para salir adelante.

“Mantenemos sembrada algo de milpa para garantizar flores para nuestras abejas, pues la misma deforestación ocasionó que hace dos años llegáramos a tener problemas por falta de una floración adecuada para que produjeran miel”, asegura mientras muestra el terreno donde también siembra leucaena y moringa.

La misma modernidad ha propiciado una producción automatizada que los insectos ya no pueden polinizar, principalmente por los sembradíos de transgénicos que casi llevan a la extinción a la apicultura en la localidad.

“La falta de milpa rústica casi mata a nuestras abejas, por eso ahora procuramos mantener algo de este cultivo en nuestros terrenos junto con calabaza, axiote, leucaena, moringa, chile y otros cultivos, siguiendo nuestra tradición ancestral”, comentó el agricultor.

Lejos de ser una moda o una opción, la sustentabilidad es una forma de producir tan efectiva que toda la comunidad se suma en ocasiones con la siembra, otras al compartir lo cultivado en sus diferentes parcelas.

Las mujeres no se quedan atrás y también se han incorporado al ecoturismo, como Margarita Cantul Eek, hija de don Petronilo, que a la par ha establecido con las integrantes de la comunidad el proyecto “Aktun Chen Ku”, Turismo Indígena San Agustín.

Dicho proyecto cuenta actualmente con un sendero demostrativo “Xcopoil”, con el cual invitan a los ecoturistas a recorrer en bicicleta cerca de nueve kilómetros rodeando la comunidad y disfrutando de la biodiversidad y riqueza cultural del lugar.

En labor comunitaria, las mujeres conforman grupos de trabajo de 16 personas para elaborar hamacas de nylon o de algodón, mientras que un conjunto de 10 labora en un taller de costura para bordar blusas tradicionales.

De esta manera, muchas mujeres apoyan a sus maridos cuando no es temporada de cosecha, cuando se desplazan al campo para ayudar a la recolecta y procesamiento de maíz, axiote, calabaza, chile y otros productos.

Lejos de sentirse aislados, debido a la lejanía en la que se encuentra la comunidad, los habitantes de San Agustín se sienten afortunados y hacen de los momentos difíciles una oportunidad para incursionar y salir adelante.

No tenemos teléfono, sólo contamos con un Centro de Salud que abre una vez a la semana y a veces tenemos que viajar hasta dos horas a Oxkutzcab para recibir atención médica o comprar, pero nos mantenemos unidos, subrayó Margarita.

“Nunca nos falta de comer, gracias a que tenemos diversificados nuestros campos y nuestras actividades, siempre tenemos algo para llevar a la mesa durante todo el año”, agregó Petronilo.

Lo mismo ocurre en el terreno del campesino Santos Francisco, quien hace dos años se atrevió a sembrar cedro, ciricote, así como piña, calabaza, ciruela, ramón y otros cultivos que cada año incorpora a su parcela.

“Para mí, mi campo es como un laboratorio. Siembro cada año algo diferente y lo combino con lo que tengo. Algunas cosas se me dan y otras como los ciruelos se me secan debido a la falta de lluvia de este año, pero me sirve para aprender cosas nuevas y mantener siempre algo que llevarme a la mesa”, expresó con alegría.

Lejos de angustiarse, Santos incursiona, trabaja y se esmera en el campo, haciendo de la adversidad una oportunidad para crecer, como lo ha demostrado cuando algunos animales han acudido a su milpa para comerse lo sembrado.

Al recordar que a veces entran a las milpas tejones y un cerdo salvaje conocido como xoloxcuincle, manifestó que “yo los dejo, a fin de cuentas este es su territorio, pero cuando tengo tiempo los cazo y aprovecho para comérmelos”, comenta sonriente.

De esta forma, la comunidad de San Agustín ha hecho de la sustentabilidad un mecanismo para garantizar una convivencia armoniosa entre su entorno y su comunidad, al igual que en su momento lo hicieran sus ancestros del Mayab.

NTX

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