Junto con el suelo y el agua, el material vegetativo es otro insumo indispensable para la agricultura, particularmente las semillas tanto en cultivos cíclicos (granos, leguminosas, oleaginosas) como en frutas y hortalizas. De ahí que lo que ocurra en esos mercados nacionales e internacionales son determinantes clave para la evolución del sector, sobre todo cuando se trata de semillas mejoradas. De acuerdo con información de Sagarpa, en la superficie sembrada donde se emplea semilla (15.7 millones de hectáreas), en 69% se utiliza semilla mejorada o híbrida y en el restante 31% criolla o nativa; la mejorada se aplica en 4 millones de hectáreas de riego y en 6.8 millones de temporal, lo que pone de manifiesto su empleo cada vez más generalizado en el campo mexicano.
La semilla mejorada es fundamentalmente comercial y se adquiere de empresas especializadas que ostentan patentes y cuentan con la tecnología para su reproducción; además, a diferencia de la criolla −de la que en la cosecha el productor conserva parte del producto para sembrar en el siguiente ciclo−, en general su rendimiento disminuye en siembras sucesivas, es decir, no es productiva como “semilla para siembra”.
Históricamente la producción de semilla mejorada para siembra está altamente concentrada en pocos oferentes, la mayoría transnacionales, tanto en México como en diversas regiones del mundo. A nivel global, en 2012 (última información disponible) las cuatro empresas más grandes tenían una participación de mercado de 46.4% (Monsanto 21.0%, Dupont-Pioneer 14.1%, Syngenta 7.4% y Limagrain 3.9%); en la región Asia-Pacífico, la de menor concentración relativa, sólo 19.5%; en Estados Unidos y Canadá 74.9% con un amplio dominio de Monsanto (43% del mercado total); en Europa 45%; y en América Latina 59.1%, dominado por Monsanto, Dupont y Syngenta. En el caso de México se estima que en 2015 el valor del mercado de semillas alcanzó 1,850 millones de dólares, según reportó la Comisión Federal de Competencia (Cofece) en su estudio sobre los mercados agroalimentarios, y las cinco empresas globales (Bayer, Dow, Monsanto, Dupont y Syngenta) tienen una participación de mercado cercana a 90% (sólo Monsanto 30%).
Esa estructura de mercado, cuasi-monopólica por el número y participación de los oferentes, se ha concentrado en los últimos años como resultado de las concentraciones (fusiones y adquisiciones) de las grandes empresas. La más reciente, que se anunció en mayo pasado, entre Bayer y Monsanto por 62 mil millones de dólares crearía la productora de semillas y pesticidas más grande del mundo, y siguió a la adquisición de Syngenta por parte del gigante ChemChina en febrero por 43 mil millones de dólares, después de rechazar la oferta de Monsanto en mayo de 2015. Esas operaciones se suman a la posible fusión entre Dupont y Dow AgroScience que se anunció en diciembre del año pasado (valuada en 130 mil millones de dólares) y a la adquisición de Pioneer por Dupont en 1999 (en 8,400 millones de dólares).
Varias de esas operaciones millonarias todavía están sujetas a aprobación de los reguladores de competencia, sobre todo en Estados Unidos y Europa, ya que generarían concentraciones de mercado sustanciales con efectos en todos los países. En México las fusiones Dupont-Dow y Bayer-Monsanto concentrarían significativamente el mercado de semillas mejoradas de maíz y sorgo, que en conjunto representan 72% del total de semillas mejoradas y son las de uso más extendido en la agricultura del norte (Sinaloa, Chihuahua y Tamaulipas), el Bajío y el centro-occidente. De ahí que el reto para la Cofece no será sencillo para aprobar esas concentraciones, en un mercado que ya muestra elevados niveles de poder sustancial de mercado de diversos participantes, lo que podría inducir a prácticas monopólicas. Ello no es exclusivo de las semillas sino también de otros insumos agropecuarios como la maquinaria agrícola, los pesticidas y los herbicidas. La Cofece tiene tarea por delante.
Opinión Mariano Ruiz Funes- El Financiero
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