De los cientos de millones de tortillas que se consumen diariamente a la incontable cantidad de toneladas de maíz enriquecido que engorda al ganado bovino y a las aves de corral, el maíz es quizá el producto agrícola más importante de México, alrededor del cual giran la vida y la cultura del país.
Ahora el maíz ha adquirido un nuevo papel: se ha convertido en un fuerte contrapeso para los funcionarios mexicanos en las futuras negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
La razón: la mayor parte del maíz que se consume en México proviene de Estados Unidos, convirtiéndose así en el principal producto que Estados Unidos exporta a su vecino del sur. Pese a que el presidente Trump ha suavizado el tono de sus intenciones de replantear el TLCAN, el gobierno mexicano ha tomado sus amenazas en serio.
Con ello, ha comenzado a explorar la posibilidad de adquirir maíz de otras fuentes, como Argentina o Brasil, además de aumentar la producción nacional. En un ataque de resentimiento político, un senador mexicano incluso presentó un proyecto de ley para eliminar la compra de maíz de Estados Unidos en un plazo de tres años.
Los envíos de maíz estadounidense a México ascendieron a los 2,6 mil millones de dólares el año pasado y son parte de una compleja relación comercial que ha ayudado a entrelazar las economías de México y Estados Unidos. Y aunque solo representa una pequeña fracción de los 525.000 millones de dólares del intercambio anual entre ambos países, el maíz tiene una gran importancia al servir como una suerte de símbolo de la codependencia de sus economías.
Las posibilidades de que Estados Unidos se quede sin su principal importador de maíz y otros productos clave han sacudido a las comunidades agrícolas a todo lo largo del Medio Oeste estadounidense, donde la producción de maíz es una parte esencial de la economía. La amenaza es especialmente inquietante para muchos residentes del “cinturón del maíz” debido a que buena parte de la región votó en forma casi unánime por Trump en la elección presidencial.
“Si perdemos a México como cliente, será totalmente devastador para la agroeconomía”, dijo Philip Gordon, de 68 años, quien cultiva maíz, soya y trigo en una propiedad de Saline, Michigan, que ha pertenecido a su familia desde hace 140 años. Gordon explicó que planeaba llamar a Trump a la Casa Blanca “y recordarle que necesitamos del comercio”.
“Él es un hombre de negocios”, dijo Gordon. “Entiende todo el apoyo que recibió de la comunidad agrícola”.
Trump ha afirmado reiteradamente que México ha sido el gran ganador del TLCAN, mientras que Estados Unidos ha perdido, y que el acuerdo debe renegociarse. Un documento que circuló por el capitolio la semana pasada parecía presentar una postura más moderada sobre esa posible renegociación, al preservar buena parte del pacto trilateral y reconocer lo interconectadas que están las economías, culturas e historias de ambos países.
Sin embargo, muchos líderes de las industrias agrícola y alimentaria en Estados Unidos, no solo del mercado del maíz, dijeron que el documento no es suficiente para aliviar sus preocupaciones.
“La retórica de campaña fue muy exagerada, pero es un misterio qué acciones realmente saldrán de la Casa Blanca”, dijo Todd Hulman, analista de granos en DRN, un servicio de noticias y datos agrícolas.
“Cuando se mezclan la política y la economía, se espera que la economía influya en las decisiones políticas y no al revés”, comentó Luis A. Ribera, profesor asociado de Economía Agrícola y director del Centro de Estudios de América del Norte de la Universidad de Texas A&M.
Muchos líderes en la industria agrícola de Estados Unidos dicen que el TLCAN ha sido una bendición para los agricultores de ese país, en especial porque abrió nuevos mercados en el extranjero y ayudó a expandir las exportaciones agrícolas más de cuatro veces desde la firma del tratado en 1994.
En 2016, Estados Unidos exportó cerca de 18 mil millones de productos agrícolas a México, el tercer mercado más grande para este tipo de exportaciones, según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos.
De acuerdo con el departamento, México no es solo el principal comprador del maíz estadounidense, sino que además importa más productos lácteos, avícolas y trigo de Estados Unidos que ningún otro país; también es uno de los importadores más importantes de cerdo, soya y res de origen estadounidense.
México importó alrededor de 13,8 millones de toneladas de maíz estadounidense el año pasado, según el gobierno mexicano.
Casi en su mayoría —cerca de 12,7 millones de toneladas— son de maíz amarillo, que se usa principalmente como pienso para ganado y complementa las 3,5 millones de toneladas de maíz amarillo que se siembran en México.
El resto de las importaciones de maíz pertenecen a la variedad de maíz blanco, que se usa principalmente para consumo humano y como el principal ingrediente de las tortillas. México es básicamente autosuficiente en su producción de maíz blanco. El país produjo 22,2 millones de toneladas el año pasado e importó alrededor de 1,1 millones de toneladas de maíz blanco estadounidense para compensar las lucrativas exportaciones de este tipo de maíz a Sudáfrica y otros países, según cifras del gobierno mexicano.
Así como las cadenas de suministro internacional de la industria automotriz, aeroespacial y de otros tipos traspasan la frontera, lo mismo sucede con los productos agrícolas. Los terneros mexicanos —que probablemente se alimentan de maíz estadounidense— se exportan a Estados Unidos, donde se engordan más y posteriormente se sacrifican para poder exportar carne al extranjero, incluyendo México.
Los agricultores y los representantes de la industria agrícola sostienen que los agricultores estadounidenses ya están resintiendo los costos de producción más elevados y la caída en los precios de las materias primas, además de que las amenazas de Trump al comercio y la inmigración solo han abonado más incertidumbre.
“Para empezar, ya hay demasiada volatilidad en los mercados agrícolas”, comentó Barbara Patterson, directora de Relaciones Gubernamentales de la National Farmers Union, “y cerrar nuestras fronteras o perder acceso a socios comerciales preocupa a los agricultores”.
La pérdida de México como mercado de productos agrícolas, dicen los agricultores, podría ocasionar desempleo y quiebra.
“Nos gustaría ver que hay un enfoque cauteloso y consideraciones prudentes”, dijo Patterson. “No queremos que haya volatilidad en el mercado”.
Aún faltan varios meses para que inicien las conversaciones formales para renegociar el TLCAN. Sin embargo, los productores de maíz, así como los demás agricultores en todo Estados Unidos, han comenzado a hacer cabildeo entre los funcionarios electos y el gobierno. Los varios sectores de las industrias agrícola y alimentaria también han cerrado filas para escribir cartas y, en conferencias telefónicas semanales, desarrollar una estrategia política conjunta antes de las negociaciones.
“Estamos en ciernes, obviamente”, comentó Tom Sleight, presidente y director ejecutivo del U. S. Grains Council. “A medida que todo comience a materializarse, las cosas comenzará a acelerarse”.
Las amenazas del gobierno ya han comenzado a enrarecer negocios de toda la vida entre los vendedores estadounidenses y los compradores mexicanos.
“Las relaciones con nuestros compradores se están enfriando en este momento”, expresó Sleight. “En general, hemos tenido una relación muy simbiótica, pero recientemente se ha complicado un poco. Los mexicanos están diciendo: ‘¿Por qué nos hacen esto? Hemos sido sus mejores clientes’”.
El gobierno mexicano no ha tardado en explorar otros mercados para comprar maíz. Un importante funcionario de agricultura argentino visitó Ciudad de México en marzo para discutir la posibilidad de aumentar las ventas de maíz amarillo a México. Los funcionarios de la Secretaría de Agricultura mexicana están planeando un viaje a Argentina y Brasil este abril para analizar una mayor compra de maíz a dichos países.
El desarrollo de nuevos convenios de importación con Sudamérica no será fácil, a decir de los funcionarios. Hay que negociar las nuevas relaciones, incluyendo los contratos de compra y transporte. Los costos de importación también podrían ser mayores, agregaron, en parte debido a que hay menos rutas de transporte establecidas entre México y los países de Sudamérica que forman parte del Mercosur.
Sin embargo, para los funcionarios mexicanos ese aumento en el comercio entre las regiones podría ocasionar mayor competencia, misma que podría aumentar la eficacia y la reducción de costos.
Este momento álgido del TLCAN también ha motivado a los funcionarios de agricultura y a productores mexicanos a reforzar programas que podrían aumentar la producción nacional de maíz y revivir al sector debilitado por el tratado, comentó Alejandro Vázquez Salido, director de la Agencia de Servicios a la Comercialización y Desarrollo de Mercados Agropecuarios (Aserca), un órgano gubernamental mexicano que apoya a los agricultores y promueve la comercialización de productos agrícolas mexicanos.
Vázquez manifestó que incluso antes de que Trump comenzara a atacar al TLCAN y a México, las autoridades mexicanas habían comenzado a analizar planes para sustituir las importaciones con producción nacional. “No obstante, estos nuevos retos, estas nuevas políticas que estamos enfrentando, nos están haciendo ir en esa dirección mucho más rápido”, comentó.
Trump ha sacado a los mexicanos de “su zona de confort”, agregó Vázquez, y ha forzado a los funcionarios agrícolas a buscar la manera de que México dependa menos de las importaciones provenientes de Estados Unidos. “Estamos comenzando a dirigirnos hacia donde debimos hacerlo desde hace mucho tiempo: tratar de producir internamente lo que estamos importando”
The New York Times
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