Tulancingo, Hidalgo.- En la zona rural, año tras año, los productores afrontan un problema para el desarrollo de sus cultivos, principalmente para el maíz.
Nos referimos a los chapulines, que generan estragos en los campos de las regiones Tulancingo y Otomí-Tepehua.
Así lo dio a conocer Heladio Gómez Ivey, ingeniero agrónomo y especialista en plagas y enfermedades de los cultivos.
Ya sean jóvenes, conocidos como ninfas o adultos, tienen un ciclo biológico en lo que han hecho su hábitat, es decir en los cultivos que poco a poco van destruyendo, lo cual se traduce en pérdidas para los campesinos.
Estos insectos de la familia de los acrídidos pueden alimentarse de una variedad extensa de plantas, tanto cultivadas como de vegetación silvestre. Se conocen más de 400 especies de plantas que les sirven como alimento.
Los daños son ocasionados por ninfas y adultos al alimentarse del pasto en los potreros y agostaderos, los cuales inician su recuperación al establecerse el periodo de lluvias, después de un ciclo de sequía de seis a siete meses, por lo que al consumir el pasto se acentúa la falta de forraje para el ganado.
Los ganaderos deben monitorear la población de chapulines al inicio de la temporada de lluvias e iniciar las medidas de control mientras éstos se encuentren en el estado ninfal y todavía en los sitios de eclosión.
El control de esta plaga se realiza tradicionalmente mediante el barbecho o el rastreo, con la finalidad de remover el suelo de los terrenos en donde las hembras depositaron sus huevecillos y así exponerlos a condiciones climáticas adversas y al ataque de sus enemigos naturales, aunque es importante también buscar el apoyo técnico de expertos en la materia para que recomienden gradualmente el uso de insecticidas, plaguicidas o fungicidas.
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