La Sigatoka negra es la enfermedad más devastadora en bananos, pues en condiciones climáticas de temperatura y humedad adecuados puede arrasar con plantíos completos afectando económicamente a los productores. Para hacer frente a esta problemática en México, investigadores de varias instituciones realizaron trabajos de laboratorio y de campo para crear un programa enfocado en implementar buenas prácticas para su cultivo.
El trabajo de investigación incluyó diferentes disciplinas científicas como bioquímica, genética, biología molecular, entre otras, y abordó aspectos epidemiológicos, investigación en laboratorio sobre la Sigatoka negra, evaluación en campo de los diferentes genotipos de banano y el establecimiento de un laboratorio de servicios en Tabasco, así como modelos del manejo integral de cultivo en el campo, explica la doctora Blondy Canto Canché, investigadora del Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY).
La profesora de la Unidad de Biotecnología indica a la Agencia Informativa Conacyt que la Sigatoka negra es una enfermedad producida por el hongo ascomiceto Mycosphaerella fijiensis, un patógeno foliar que infecta a través de sus esporas sexuales y asexuales; cuando hay humedad germina y penetra las hojas colonizando el tejido foliar. La primera etapa es asintomática, pero durante este largo tiempo puede infectar hojas vecinas. En la etapa de incubación aparentemente no se causan daños, pero pasa a la siguiente etapa que es sumamente agresiva en la que mata las células del banano, creciendo de manera masiva. En la etapa final termina con la planta pero continúa infectando otras.
“Lo que ocurre en una plantación de bananos es una infección permanente porque es una enfermedad que se da durante todas las épocas del año, porque todo el tiempo está presente, desde la etapa uno a la seis (más avanzada) donde las hojas se ven totalmente destruidas”, detalla.
El proyecto se tituló Programa integral para el manejo del cultivo de plátano impulsando las buenas prácticas de campo e inocuidad, basados en la investigación y aplicación de herramientas biotecnológicas, e incluyó la identificación genética de las cepas, para lo cual se recolectaron muestras en los estados de Tabasco, Colima, Chiapas, Oaxaca y Michoacán.
También se hizo una exploración y análisis de los reservorios (plantas donde también se alberga el hongo), recolectando diez muestras de desecho material vegetal en Yucatán, Tabasco y Chiapas. Los resultados arrojaron que en todos los casos se detectaron muestras positivas del patógeno y se identificó que las hojas secas contienen 15 a 20 veces lo encontrado en pinzote (centro leñoso del racimo de banano) y 12 a 15 veces de lo detectado en el pseudotallo.
Otra línea de investigación incluyó el manejo de la hojarasca con un experimento realizado en un huerto de plátano de la variedad enano gigante, en Tecomán, Colima, donde se evaluaron cuatro tratamientos de manejo para determinar su efecto sobre la incidencia y severidad de Sigatoka negra. Se observó un efecto de reducción de la enfermedad cuando se acomodó de manera ordenada y se detectó un incremento notable a partir del inicio de las lluvias que se prolongó al final de la temporada.
Las investigaciones comenzaron en 2010 y se desarrollaron durante tres años generando manuales sobre buenas prácticas para el cultivo del banano. El proyecto fue financiado por el Fondo Institucional de Fomento Regional para el Desarrollo Científico, Tecnológico y de Innovación (Fordecyt) con la participación del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), la Universidad Autónoma de Chapingo (UACh), la Universidad de Colima, la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG) y el mismo CICY, centro público de investigación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
Impacto económico
La producción de banano en México tiene un impacto económico importante. En 2010, por ejemplo, se sembraron en el país 78 mil 130 hectáreas de plátano, alcanzando una producción de 2.1 millones de toneladas, de las cuales se exportaron 176 mil 152 toneladas, de acuerdo con datos de la Secretaría de Economía.
Asimismo, detalla que ese año Chiapas fue el estado con la mayor superficie sembrada con 24 mil 426 hectáreas, generando una producción de 743 mil 293 toneladas de plátano con un valor de mil 704 millones de pesos.
A la producción de Chiapas le siguieron la de Tabasco con 467.6 mil toneladas y Veracruz con 238.5 mil toneladas, alcanzando esas tres entidades el 69 por ciento de la producción total nacional.
De acuerdo con la doctora Canto Canché, el control de la Sigatoka negra significa hasta 50 por ciento del costo total de producción del banano, el cual se cultiva en 19 estados del país y del que dependen 70 mil familias mexicanas.
“Es una enfermedad muy impotente desde el punto de vista económico y productivo, incluso desde el punto de vista ecológico, porque su control se basa principalmente en el empleo de fungicidas, los cuales se usan de manera muy intensiva”, dice.
Por este impacto, desde hace dos décadas los investigadores mexicanos estudian la Sigatoka negra, siendo pioneros los doctores Mario Orozco, investigador del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) y Andrew James, investigador del CICY; en los últimos años se han incluido trabajos sobre la bioquímica, la genética, la biología molecular, con el propósito de encontrar genes y proteínas importantes en el banano para conferirle defensas, así como identificar en el patógeno proteínas que permitan generar métodos de control.
Aportaciones
Del análisis integral realizado sobre esta enfermedad se desprenden varios aportes, entre ellos la identificación de necesidad de evitar trasladar material enfermo de un sitio bananero a otro, pues debido a que se encuentra en todas las zonas productoras no se le maneja como una enfermedad en cuarentena, permitiendo la expansión de las cepas más agresivas y resistentes a fungicidas a zonas donde el manejo de la enfermedad permite tener cepas menos virulentas.
La doctora en Ciencias y Biotecnología de Plantas por el CICY detalla que el proyecto contribuyó a incrementar el manejo alternativo, como el uso de microorganismos benéficos, uso de compostas y de lixiviados, permitiendo en la disminución en el uso de fungicidas.
“En fincas modelo en Tabasco, Colima y Chiapas se hicieron pruebas con estos manejos alternativos y se logró una disminución de entre 20 y 40 por ciento en el manejo de fungicidas sin comprometer la productividad”, señala.
En lo que respecta a la implementación de buenas prácticas, la investigadora nivel II del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) subraya que se ha capacitado a asociaciones de productores de Chiapas, Tabasco, Oaxaca y Colima en torno a un manejo cultural intensivo de la enfermedad con acciones como el manejo de la hojarasca, el uso de la nutrición orgánica y biocontrol, entre otros.
A la par se plantearon buenas prácticas de irrigación, porque la inundación establece condiciones que favorecen el contagio además de que genera estrés en las raíces, por lo que se sugiere utilizar el riego por goteo. Se recomienda emplear las técnicas biotecnológicas para caracterizar qué fungicidas están siendo efectivos para cada región y utilizar únicamente los que demuestran efectividad.
Con relación a este uso de fungicidas se recomienda que estos se incluyan dentro de un programa de manejo integrado en el que se les aplique solo en situaciones necesarias y en cantidades adecuadas, a fin de evitar la pérdida de efectividad. El éxito de este programa se basa en el logro de mantener baka la cantidad de inóculo y evitar en lo posible condiciones favorables para el patógeno.
La investigadora considera que este proyecto —en el que participaron bioquímicos, biólogos moleculares, genetistas, expertos de manejo en campo, agrónomos y fisiólogos— debe tener continuidad en el monitoreo del impacto que tuvo y en actividades de extensionismo, pues las prácticas se van diluyendo con el tiempo y requieren mantenerse y fomentarse.
“Es algo que requiere mantenerse y fomentarse, además de aprovechar el grupo multidisciplinario integrado e impulsar que se continúe trabajando juntos en macroproyectos para resolver problemas de este importante cultivo, e integrar otras disciplinas complementarias para capitalizar instalaciones, infraestructura y capacidades para lograr metas no alcanzables mediante esfuerzos individuales en microproyectos”, concluyó.