Ganadería apaga la caficultura

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La Sierra Gorda de Querétaro entreteje casos de productores que han encontrado en la vocación de su entorno una oportunidad de desarrollo económico para sus comunidades.

La producción de café es una de las actividades que inició como icónica en localidades de Landa de Matamoros; sin embargo, la depreciación del producto ha incidido en el desánimo de los productores, explica Areni Rubio Salas, productor originario de Agua Zarca.

Agua Zarca, localidad de Landa de Matamoros, es una de las comunidades queretanas donde habitantes han dejado de producir café y han optado por otras vías de ingresos como la ganadería, en donde visualizan mejores oportunidades.

“Producto de Agua Zarca es café de altura, seleccionado, muy bueno (…) Siguen habiendo productores, pero ya menos, muchos de ellos ya se dedican a la ganadería por el bajo precio del café, pero muchos lo trabajan todavía para el autoconsumo”, añade.

Rubio Salas expone que el café de esta comunidad es de altura, seleccionado y de calidad; sin embargo, el precio por kilogramo ha caído.

Recordó que aún en los 80 lograban comerciar hasta en 200 o 300 pesos el kilo de café, pero actualmente se coloca en 100 pesos.

“Ha caído el precio del café, por políticas, ha caído; ahora el kilo allá está en 100 pesos, se ha mantenido, pero en aquellos tiempos estaba en 200 o 300 pesos el kilogramo. Les iba mejor a los caficultores, producían más, se dedicaban más al campo y trabajaban más”, expone.

Son pocos caficultores

Rubio Salas estima que son pocos los pobladores, cerca de 60, quienes ven la producción de café como una fuente de ingresos.

“Los productores lo hacen por el amor al arte, por mantener la tradición y el producto orgánico”, explica.

Por tanto, han optado a dedicarse —además de al café—a la realización y venta de artesanías hechas a base de madera; de igual modo, se ha asociado con Sabas Melo, un laudero, quien realiza guitarras y violines.

Para ello, explica, utilizan madera enebro, palo amarillo, pino, cedro blanco, cedro rojo, palo de rosa, entre otras.

El Economista

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