Experiencias de dignidad, liderazgo y trabajo arduo para fortalecer la producción campesina sustentable y preservar el bagaje de conocimientos agrícolas y culinarios, fueron expresadas por mujeres (académicas, dirigentes, campesinas y cocineras tradicionales) en la vídeo conferencia “Productoras del campo y cocineras tradicionales”, que organizó la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural para conmemorar el Día Internacional de las Mujeres Rurales.
El subsecretario de Autosuficiencia Alimentaria, Víctor Suárez Carrera, señaló que la tarea de preservación del maíz, de la milpa, de la cocina tradicional y de las culturas originarias no puede ni debe seguir a menos que se transformen los sistemas patriarcales que históricamente han desvalorizado, oprimido y sojuzgado.
El intenso trabajo que realizan las mujeres, en especial las rurales, debe ser remunerado, indicó en el foro realizado en el marco del ciclo “Autosuficiencia alimentaria e innovación tecnológica con prácticas sustentables”.
La directora de área de la Subsecretaría de Autosuficiencia Alimentaria, Natividad Díaz, destacó que las mujeres rurales representan una cuarta parte de la población mundial, pero ni siquiera dos de cada diez de las y los propietarios de la tierra son mujeres, lo cual, dijo, es muestra de la falta de equidad de género.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas –que instituyó en 2007 el Día Internacional de las Mujeres Rurales y se conmemora cada 15 de octubre desde 2008—, si las mujeres de las zonas rurales tuvieran el mismo acceso que los hombres a los activos agrícolas, la educación y los mercados, se podría aumentar la producción agrícola y reducir el número de personas que padecen hambre entre 100 y 150 millones, refirió.
Señaló que de los 61.5 millones de mujeres que hay en México, 23 por ciento habitan en localidades rurales, y más de un millón 400 mil son ejidatarias y comuneras, con lo cual tienen en sus manos 27 por ciento de la propiedad social de la tierra.
“Pero, siendo o no titulares de la tierra, ellas la trabajan al parejo que los hombres y son responsables de más del 50 por ciento de la producción de alimentos del país”, comentó.
En el Gobierno de la Cuarta Transformación, afirmó, tenemos clara la relevancia de las mujeres rurales, “y estamos trabajando para cerrar las brechas de desigualdad que la afectan respecto de sus pares urbanas y respecto de los hombres rurales”.
En el caso específico de Producción para el Bienestar —que da apoyos directos a productores y productoras de maíz, frijol, trigo, arroz, otros granos, caña y azúcar, para que tengan liquidez e inviertan sus predios—, indicó que tres de cada 10 beneficiarios son mujeres y 668 mil 500 mujeres, con un millón 876 mil hectáreas, han recibido apoyos del programa este año. Con ello se ha rebasado la meta establecida en el Anexo 13 del Presupuesto de Egresos de la Federación 2020, sobre “Erogaciones para la igualdad entre mujeres y hombres”, con un cumplimiento de 108 por ciento.
La profesora investigadora del Instituto de Ciencias Agropecuarias y Rurales de la Universidad Autónoma del Estado de México, Ivonne Vizcarra Bordi, habló de la necesidad urgente de “voltear la tortilla”, en alusión a un libro que ella coordinó: Volteando la tortilla (Juan Pablos Editor, 2018), el cual explora, por medio de 16 experiencias, las alternativas para preservar el maíz nativo como un recurso multiestratégico (alimentario, económico, cultural, ecológico y tecnológico), tomando en cuenta las condiciones actuales de desigualdades sociales de género, etnia, clase y edad que predominan en el campo mexicano.
Dijo que las mujeres rurales son herederas de un legado histórico de prácticas e instrumentos, como el metate, el comal, la nixtamalización, pero eso no debe condenarlas a ellas ni a futuras generaciones al atraso tecnológico ni a las labores domésticas.
En tono metafórico, dijo que debemos voltear la tortilla para “desnaturalizar, despatriarcalizar y descientificar”, esto es, para frenar el pensamiento de que para la mujer son “naturales” las labores no remuneradas de la casa y de la cocina; eliminar el sistema patriarcal, y comprender también que prácticas campesinas son tan válidas como muchos conocimientos científicos.
La fundadora del Mercado Alternativo Agroecológico de Tlaxcala (MAAT) y miembro del Grupo Vicente Guerrero, Alicia Sarmiento Sánchez, relató cómo una base indígena y de mujeres fue fundamental para la primera legislación estatal de protección del maíz nativo, lograda en Tlaxcala en 2011.
Además, habló del MAAT como un ejemplo de organización, de educación alimentaria y de integración entre productores y consumidores. En ese mercado, que nació hace 15 años albergado en el atrio de una iglesia y ahora se ha extendido al exterior, se venden alimentos producidos sustentablemente y se brindan charlas sobre alimentación, salud, nutrición y agricultura.
También, en el espacio se definen procesos de certificación participativa (los consumidores comprueban la forma sustentable, libre de agroquímicos, en que trabajan sus predios las y los agricultores que allí expenden sus productos), agregó.
La presidenta de la Unión de Cooperativas Tosepan Titataniske (con significado náhuatl “Unidos Venceremos”), Paulina Garrido Bonilla, señaló que esta Unión, asentada desde 1977 en Cuetzalan del Progreso, Puebla, y con influencia en la sierra nororiental del estado, cuenta ya con más de 40 mil socios, totonacos y nahuas en su mayoría, y nueve cooperativas (de salud, ahorro y crédito, de vivienda, de educación y otras).
Explicó que la Unión integra a productores de café, miel, vainilla, milpa y miel de abeja, y más de 60 por ciento son mujeres. El proceso de organización ha propiciado que los hombres se involucren en tareas y procesos que en principio se pensaban que eran responsabilidad femenina, como la salud de la familia, y las mujeres, protagonistas en la Cooperativa de Ahorro y Crédito, han logrado generar proyectos económicos propios. Tosepan Titataniske, afirmó, tiene como fin último la Vida Buena (Yeknemilis, en náhuatl).
Productoras y cocineras tradicionales
La productora de maíz, participante de la Estrategia de Acompañamiento Técnico (EAT) del programa Producción para el Bienestar (PpB), María Rosalía Ramírez Rodríguez, de Santiago Acatlán, Tepeaca, Puebla, habló de su experiencia en la EAT, que le ha permitido aprender prácticas sustentables como la elaboración y aplicación de lixiviados de lombriz y bioles, sustituyendo con ello por lo menos 50 por ciento de agroquímicos.
La enseñanza la comparte con hijos y nietos, quienes la apoyan en el trabajo de campo.
Dijo que le sorprende ver que productos, como el agua de vidrio, son bioinsumos que se pueden obtener en su localidad a un costo mínimo y que le ayudan en la atención a situaciones como el estrés de la milpa por insuficiente lluvia. Comentó sentirse muy complacida pues lo que produce deriva en alimentos sanos para su familia, y para los demás, pues ella vende maíz para tortillas en su comunidad.
En la videoconferencia participaron también cocineras tradicionales, quienes compartieron su conocimiento sobre una gran diversidad de platillos, casi todos de consumo local y en muchos casos ligados a aspectos ceremoniales.
Expusieron Minerva López Ausencio, maestra de cocina e integrante de la Asociación de Cocineras Tradicionales de Oaxaca, originaria de Tamazulapam del Espíritu Santo Mixe; Victoria Contreras, cocinera del hotel y restaurante de la sociedad Maseual Siuame, de Cuetzalan, Puebla, y miembro de la organización de mujeres indígenas Taselotzin (en náhuatl: “Algo que nace, Algo tierno”), y Soledad Gómez Atzin, integrante del colectivo Mujeres de Humo, cocineras de la región del Totonacapan, Veracruz, que han hecho una recopilación publicada de 500 recetas del lugar, y han difundido ampliamente su gastronomía dentro y fuera de México.