Usar un chile serrano en lugar de un cuaresmeño, o un habanero en lugar de un pasilla, seguramente resultaría en un desastre culinario. La variedad de ejemplares es tanta, que el arte de cultivarlos, combinarlos y cocinarlos ha sido una ardua tarea que los mesoamericanos comenzaron hace 6,000 años antes de nuestra era.
Durante ese tiempo, los habitantes de lo que hoy es América del norte y Centroamérica, se dedicaron a seleccionar las variedades que mas les funcionaban por su sabor, tamaño, color, forma o resistencia. Sin saberlo, combinaron los genes de un fruto, en los que se escondía el secreto de su picor. Un secreto que científicos mexicanos y chinos descifraron al secuenciar el genoma del chile Caspcicum anuum, a través de dos variedades: el Zunla-1, un tipo de serrano cultivado en la provincia Guizhou en China, y el Chiltepin o chile piquín silvestre del municipio El Patol en Querétaro, México.
La selección de estas especies también buscaba responder cómo llegó el chile a China y cómo se han distanciado las especies asiáticas de las originarias en América. Elegir una variedad cultivada y compararla con una silvestre, da luz de los genes que han cambiado para identificar los genes que interesan a los agricultores, consumidores e industria, dado que el chile es un cultivo relevante para la economía de ambos países, toda vez que ambos son los principales productores en el mundo.
¿Por qué pica?
Después de cuatro años de colaboración, los autores encontraron que su característico picor se debe a que hace 300 mil años el ancestro del chile tuvo un salto evolutivo al aumentar el tamaño de su genoma, al acumular ADN repetitivo, principalmente en unos elementos denominados tranponsones. Por lo que ahora, más de 81% de los 3.26 miles de millones de bases que conforman su genoma se compone de estos elementos genéticos móviles. Además, los investigadores encontraron un mecanismo de duplicaciones de genes y otro de compensación ligado a la acumulación de capsaicinoide, la sustancia que le da el picor al chile, que prestan algunas variedades de chile y aumenta su sabor picante.
El análisis filogenético, fue más atrás y sugiere que los chiles divergieron del ancestro común de lo que ahora son las papas y los jitomates hace 36 millones años. Con estas especies comparten 35 mil genes, pero cuadruplicaron el número de bases genéticas en el salto de hace 300 mil años que les dio su característico sabor, concluyeron en el estudio encabezado por Cheng Quin del Ministerio de Agricultura y la Universidad Agrícola de Sichuan y Rafael Rivera-Bustamante del Laboratorio Nacional de Genómica para la Biodiversidad (Langebio) del Centro de Investigaciones y de Estudios Avanzados (Cinvestav).
Para conocer más de su historia de la mano de la humanidad buscaron signos de la selección artificial, por lo que exploraron los genomas de 20 variedades de chiles, 18 cultivados y 2 silvestres, que podrían explicar las diferencias en tamaño de semilla, resistencia a estrés, resistencia a patógenos y aumento de vida útil. Según los autores , las secuencias del genoma podría ayudar a mejorar la eficacia de los programas de mejoramiento del chile en función de las necesidades de los agricultores y necesidades del mercado, explicó en conferencia de prensa Luis Herrera-Estrella del Langebio.
imagen del proceso de maduración del Zunla-1 (Crédito: PNAS)
Lo que viene
La selección del Chilpetín como objeto de estudio se basó en una red de trabajo de investigadores mexicanos interesados en el estudio de esta especie que dio origen al Instituto Virtual del Chile, un organismo no institucionalizado que reúne a biólogos, agrónomos, genetistas, antropólogos y otros expertos que podrán tener acceso a éste y los estudio futuros de la genómica del chile.
La idea es crear una plataforma de trabajo que inicie una serie de trabajos para caracterizar la diversidad de cultivos de la especie con miras a su potencial biotecnológico, explicó Rivera-Bustamante.
Para alcanzar este objetivo, los especialistas ya colectan cerca de 40 variedades de chile producido en el resto del planeta, que al ser secuenciadas permitirán establecer la ruta de migración de la especie que se originó en Mesoamérica.
En una segunda etapa, los investigadores mexicanos ya están secuenciando una variedad del chile habanero para caracterizar su resistencia a virus y hongos. Con la idea de producir variedades comerciales mejoradas que lleguen a los agricultores a través de los Fondos de Sagarpa, explicó Rivera Bustamante.
Fuente: Quo