La pitaya, fruto que puede cultivarse sin eliminar la vegetación
A pesar de que se conocen casi 1500 especies que producen frutos comestibles en todo el mundo, sólo se consumen a gran o mediana escala menos del diez por ciento y la FAO identifica únicamente 80 especies frutales. Muchas de estas plantas representan una gran promesa a la subsistencia ya que pueden contribuir a la seguridad alimenticia, a la nutrición, son benéficas para la salud así como coadyuvan a los servicios ambientales.
La pitaya o pitahaya es uno de los frutos mesoamericanos con mayor potencial económico, por lo que se considera un recurso alimentario y económico muy valioso. Las dos especies de frutos comestibles de Hylocereus (H. undatus y H. polyrhizus) están consideradas por la FAO como desaprovechadas, con valor nutritivo e indicadoras de biodiversidad.
El cultivo de la pitaya es una alternativa para el desarrollo económico regional ya que las plantaciones generan empleos y proporcionan valor agregado a los terrenos. Los frutos tienen buena aceptación y alcanzan precios competitivos en los mercados tanto nacionales como de exportación y está considerado por la Sagarpa como un buen sistema de agronegocios de traspatio. Sin embargo, a pesar de estos beneficios, están subutilizados y no se conoce la diversidad genética para el mejoramiento de este recurso.
Hylocereus undatus es la especie comestible distribuida naturalmente en México, la cual se cultiva actualmente en varias partes del mundo; se ha introducido a varios países asiáticos como China, Malasia y Vietnam, así como también en el Medio Oriente, alcanzando una enorme producción. En México se encuentran plantaciones en zonas naturales en las que las pitayas son sembradas sobre árboles nativos, como en Tehuacán, Puebla (Sociedad Estrella del Dragón, Tehuacán), o en zonas de bosques tropicales secos donde se siembran sobre tutores naturales y se cubren con malla, bajo sombra en el programa Produce, en Sinaloa. En la Península de Yucatán se han reportado varios genotipos que se cultivan en los huertos familiares y que difieren en características vegetativas, florales y del fruto. En esta región es donde se producen más de 500 toneladas anualmente con un precio de 30 a 50 pesos por kg, según el reporte de la Sagarpa de 2014, donde se menciona que aún se podría incrementar esta producción limitada.
Hylocereusundatus por su potencial económico, por su amplia adaptación a lugares áridos y semi-áridos se considera como un recurso alimentario y económico muy valioso en las zonas áridas en México. Sus frutos contienen pigmentos utilizados en la industria alimenticia ya que se ha reportado que los compuestos que dan el color característico al exocarpio (cáscara) y/o al mesocarpio (pulpa) son principalmente las betacianinas, las cuales junto con las betaxantinas pertenecen a un grupo de pigmentos naturales conocidos como betalainas. Debido a que éstas poseen altos coeficientes de extinción molar, su poder como colorante compite con los pigmentos sintéticos empleados en la industria alimenticia, pero sin los efectos tóxicos de estos últimos. La pulpa de los frutos de la pitaya es rica en fibra, vitamina C, minerales y fitoalbúminas, mientras que la cubierta del fruto contiene beta-cianina, pectina, glucosa, maltosa y fructosa, lo que le confiere enormes propiedades antioxidantes.
Dado que las pitayas son hemiepífitas crecen sobre árboles de diversos bosques o son sembradas en zonas naturales o en huertos familiares sobre tutores nativos, por lo que su cultivo favorece el aprovechamiento y la conservación de los bosques preservando la biodiversidad.
Una de las subespecies de H. undatus, la subsp. luteocarpus, que se consume en la Península de Yucatán y otras pitayas como H. purpusii del centro de México se utilizan a un nivel más local y comparativamente tienen frutos de sabor más dulce.
En síntesis, la pitaya tiene un enorme potencial económico, alimenticio y de conservación ya que es una planta nativa fácilmente cultivable pero que está subutilizada. Por ello en el Instituto de Ecología A. C. estamos caracterizando sus genotipos, asociándolos a sus preferencias ecológicas y a componentes químicos de buen sabor y pigmentos útiles en la industria alimenticia. Esta investigación será el punto de partida para definir nuevas áreas de cultivo, considerando los genotipos óptimos para condiciones de sol o sombra, así como el cultivo no sólo de H. undatus pero de otras especies, conservando la biodiversidad. Sus productos serán de utilidad a los agricultores, agronegocios, cooperativas de agricultores y a organizaciones gubernamentales relacionadas con la agricultura y seguridad alimenticia.
OEM| *Colaboradora. Biología Evolutiva, Instituto de Ecología A. C.