El abandono de las tierras rurales se ha convertido en uno de los cambios más dramáticos en el planeta al afectar millones de kilómetros cuadrados por la migración rural ocasionada por el atractivo económico, social y educativo de las ciudades, y por el cambio climático y la globalización de la cadena de suministro de alimentos.
El resultado, según un estudio publicado en “Nature Ecology and Evolution”, es que la agricultura disminuyó su huella global “en las últimas dos décadas, al haber más tierras abandonadas, especialmente en Europa occidental y América del Norte”, aunque no parece haber afectado el suministro de alimentos, porque la pérdida fue marginal y la agricultura en otros lugares se volvió más productiva.
El estudio, dirigido por investigadores de la Universidad de Minnesota, encontró que las tierras abandonadas pueden tardar décadas en recuperar su biodiversidad y productividad originales, pero puede ser “una oportunidad para los esfuerzos de restauración ecológica, al mitigar una sexta extinción masiva y sus consecuencias para el bienestar humano”.
Según algunos informes, un enfoque más agresivo y basado en la evidencia para restaurar las tierras abandonadas, podría provocar grandes avances tanto en el clima como en las emergencias de extinción. La mayor advertencia es que las iniciativas gubernamentales actuales en tierras degradadas carecen de una planificación rudimentaria.
Un estudio publicado en Science calculó la cobertura potencial de árboles en tierras “degradadas” en el mundo y descubrió, según el autor principal Thomas Crowther, de ETH Zurich, que un programa masivo para plantar árboles y cultivarlos hasta la madurez “podría reducir el dióxido de carbono en la atmósfera a niveles de hace casi un Siglo”.
Ese estudio, que fue acremente criticado por otros investigadores, pedía plantar al menos cinco millones de kilómetros cuadradas de tierra degradada, sin uso para fines urbanos o agrícolas. Más de la mitad de la siembra se haría en seis países que son importantes contribuyentes de emisiones de gases de efecto invernadero como Rusia, los Estados Unidos, Canadá, Australia, Brasil y China.
Crowther lo llama “la mejor solución al cambio climático disponible en la actualidad”, con el potencial de eliminar el 25 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono que los humanos han agregado a la atmósfera.
Los críticos han calificado a la propuesta como una distracción de la prioridad inmediata, que es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo para limitar el aumento de la temperatura global por debajo de 1.5 grados Celsius. También cuestionaron la idoneidad de la tierra para la reforestación.
“Esos planes han sido desarrollados por científicos que realizan una gran cantidad de trabajo de teledetección y no entienden el contexto social de por qué esas tierras están en transición o saber si están en transición”, afirma Mark Ashton, ecólogo forestal de la Escuela de Estudios Forestales y Ambientales de la Universidad de Yale.
“Esto es mucho más complejo que mirar un mapa y pensar que puedes plantar árboles donde veas vacíos, sin comprender el contexto humano existente en torno a esas tierras”, concluyó.