De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) la agroecología es una ciencia, un conjunto de prácticas y un movimiento social.
Se dice que es una ciencia porque estudia cómo interactúan los diferentes componentes del agroecosistema en el que se desarrolla la agricultura, es decir busca optimizar las interacciones que -de forma natural- se dan entre plantas, animales, seres humanos y medioambiente. Como conjunto de prácticas, la agroecología, tiene como fin lograr un sistema alimentario justo y sostenible que estabiliza la producción y como movimiento social “persigue papeles multifuncionales para la agricultura, promueve la justicia social, nutre la identidad y la cultura, y refuerza la viabilidad económica de las zonas rurales” (FAO, 2021).
Esta disciplina consiste en realizar una serie de actividades que permitirán lograr la sostenibilidad de los recursos naturales y sentar bases firmes para la recuperación del recurso suelo e iniciar un proceso de mejoramiento del manejo de una unidad de producción.
Las acciones que caracterizan la agroecología son la siembra de policultivos, una agricultura que imita la diversidad de los ecosistemas naturales de plantas herbáceas y evita cargas sobre el suelo agrícola de las cosechas únicas; labranza de conservación que consiste en no voltear el suelo e incrementar su contenido de materia orgánica (MO) y así recuperar sus propiedades, nutrientes y fertilidad.
A lo anterior se suman la nutrición orgánica para dotar a las plantas de los nutrientes necesarios (minerales, agua y dióxido de carbono) para que realice sus funciones vitales y el manejo ecológico de plagas, que consiste en reconocer los diferentes organismos que interactúan con el cultivo ya sean dañinos o benéficos, como elementos del agroecosistema, por lo cual se busca la coexistencia con ellos (manejo) en lugar de controlarlos o erradicarlos.
