Los jóvenes deben entender la importancia de la milpa y el maíz

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El maíz es uno de los mejores ejemplos de la grandeza de México, estableció el investigador Jean Philippe Vielle Calzada, al prometer que dará los pasos necesarios para que los jóvenes estudien y entiendan la importancia de esta planta y de la milpa para mejorar la agricultura nacional.

En entrevista con Notimex, el experto del Centro de Investigaciones y de Estudios Avanzados (Cinvestav) expresó su pasión por la investigación.

Jean Philippe, de padre sueco y madre mexicana, oriunda del estado de Guanajuato, explicó que forma parte de un trabajo conjunto entre el organismo en que labora y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en busca del ADN del maíz.

El proyecto ha recibido elogios de expertos. Para él, está en curso, pero expresa su emoción al decir que “la historia de investigación en maíz ha estado profundamente marcada por las aportaciones norteamericanas.

“Prácticamente todos los estudios, todo lo que sabemos al día de hoy se ha hecho en Estados Unidos, por arqueólogos y genetistas norteamericanos. Este es el primer estudio que hace una aportación importante a la historia del origen del maíz hecho totalmente en México, por arqueólogos e investigadores mexicanos”, sostuvo.

Vielle Calzada urgió a que “los jóvenes se integren en esta línea de investigaciones, porque queremos que en 30 años haya una escuela de biólogos y genetistas que entiendan la importancia de la milpa, del maíz y que puedan estudiarlo con fines de la agricultura nacional.

“De esto se trata: es una buena promesa. Es un segundo paso. Y mientras nos alcance la vida, vamos a seguirlos dando…el tercero, el cuarto, y así”, sostuvo.

El arqueólogo fue una pieza clave de los trabajos a que dio origen a la firma de un convenio entre el Cinvestav e INAH que culminó en fecha reciente, y que le permitió un boleto para viajar en el tiempo más de cinco mil años. En realidad, dijo, fue un segundo paso en un viaje que inició hace medio siglo.

Señaló que hace 50 años, el arqueólogo Richard Mac Neish, de origen canadiense, se dio a la tarea de investigar los orígenes de la agricultura en Mesoamérica, pues se sabía que esa región era un centro de origen de muchas plantas de cultivo comestibles.

Él pretendía encontrar vestigios muy antiguos que le permitieran datar el origen de la agricultura en la zona, subrayó.

Recordó que “somos un centro de origen no solo del maíz sino del frijol, la calabaza, chile y tomate, de todos los elementos que constituyen la grandeza de la milpa, que es realmente lo más importante que tenemos a nivel civilizatorio”.

Lo que Mac Neish hizo, continuó, fue buscar cuevas en las que se podrían encontrar restos de plantas muertas, por supuesto, enterradas, y que hubieran sido preservadas en condiciones muy secas.

“Fue así que llegó al Valle de Tehuacán, donde tuvo la enorme fortuna de encontrar una abundante cantidad de restos orgánicos, de material vegetal, que cuando los dató se dio cuenta que tenían una edad de varios milenios, al menos cinco mil años”, refirió.

Entonces, dijo, se está hablando de que los más antiguos son de entre cinco mil a cinco mil 300 años, es decir, de tres mil a tres mil 300 años A. C.

El canadiense encontró olotes de maíz; es decir, los restos del consumo de semillas de hace cinco mil 300 años. Ese estudio se hizo en los años 60; estableció que Tehuacán había sido un sitio muy importante para el inicio de la agricultura en Mesoamérica.

En cuanto al ADN, explicó que no fue sino hasta hace tres o cuatro años que el Cinvestav firmó un acuerdo con el INAH para regresar a esas cuevas y ver si se podía encontrar material de maíz de más de cinco mil años que no hubiera sido manipulado para extraer su ADN.

“Tuvimos la suerte de regresar a las cuevas con un arqueólogo que fue estudiante de Mac Neish, que en aquel entonces tenía 21 años y hoy 75, Ángel García Cook, uno de los grandes en México, quien esta vez dirigió las excavaciones con los planos de aquella época para encontrar estos vestigios”, detalló.

Los olotes se colectaron en condiciones muy particulares para evitar la contaminación por ADN moderno, y en Irapuato, gracias a los trabajos del doctor Rafael Montiel, que dirige el Laboratorio de DNA antiguo, se pudo extraer el que tenían las muestras.

Al respecto, precisó que el DNA de estas muestras es degradado. No es fácil trabajar con él. Había que secuenciarlo y al hacerlo se dieron cuenta de que el maíz de aquel entonces todavía no estaba completamente domesticado.

Es decir, aun mantenía cierta diversidad genética de su planta silvestre, que es el teocintle. No era todavía un maíz que tuviera todas las características que ahora conocemos. Ya era comestible y el olote era muy pequeño, de unos tres centímetros de largo, con unas 50 semillas que la gente comía.

“Desconocemos cómo la gente la comía. A veces los olotes aparecen mordidos, por lo que creemos que lo arrancaban con los dientes”, refirió.

Detalló que también se dieron cuenta de que las poblaciones de maíz eran muy pequeñas. Ya que se está hablando realmente de los inicios de cultivo del maíz en México.

Vielle Calzada explicó la importancia de conocer el ADN: porque “nos permite entender cómo esta planta fue evolucionando a través del tiempo, adquiriendo las características que lo hacen uno de los cultivos más importantes a nivel mundial”.

Calificó al maíz como “un cultivo extremadamente versátil, capaz de convivir con otras plantas en cohabitación, capaz de estar en un espacio muy reducido con una multitud de otras plantas de cultivo, en el marco de la milpa, que da toda la diversidad biológica que requiere la alimentación humana”.

Entender cómo esta planta pudo adaptarse durante más de cinco mil años requiere por un lado, estudiar su ADN y, por el otro, la información genética nos permite entender qué variantes se perdieron a través del tiempo, que pueden ser muy interesantes en el tiempo.

Es decir, que puedan volverse a integrar por cruzas a partir del teocintle y así recuperar en el maíz actual rasgos que pueden ser muy útiles, entre ellos resistencia a enfermedades, o a sequías.

El tener acceso a características que el maíz tenía hace cinco mil años y que a la mejor vamos a necesitar a futuro (por el cambio climático, por ejemplo) es muy útil.

Vielle Calzada explicó en el auditorio Arturo Rosemblueth que el teocintle es el pariente silvestre del maíz.

El maíz ha sufrido un cambio radical con respecto del teocintle mucho más espectacular que cualquier otro. Y es que en las demás plantas domesticadas, los cambios son mucho más sutiles, como es el caso del arroz.

Mencionó que en el caso del maíz, los cambios son dramáticos. El olote no tiene nada que ver con la flor del teocintle, que es un filamento delgado, que parece un hilo en el cual están adheridas las flores y posteriormente las semillas.

Para dar una idea, el experto explica que una flor de teocintle puede tener un máximo de 12 o 14 semillas si bien le va.

El olote de maíz puede tener mil semillas adheridas, lo que da una idea del cambio tan radical que sufrió la planta para poder adaptarse a la razón de ser que el humano le quería dar, que era poder comérsela, finalizó.

NTX

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