El nuevo tractor viene desde el cielo

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España.- Los granjeros de Dakota del Sur quedaron maravillados en 1892 al ver cómo una innovadora máquina extraía más de un millón de kilos de cereales en apenas 52 jornadas. Aquel tractor de gasolina, creado por Froelich y Mann, dio pie a una profunda transformación del trabajo agrícola que ahora está a punto de reeditarse con un nuevo ingenio: el dron. Estas aeronaves no tripuladas son capaces de captar en un vuelo miles de valiosos datos acerca del estado de decenas de hectáreas de cultivos, del suelo sobre los que se asientan y del cielo que les da cobijo, para mejorar a partir de ahí las cosechas. Su tecnología ya les permite incluso aplicar con precisión plaguicidas, fitosanitarios, fertilizantes y hasta el agua necesaria para cada planta en particular.

«En unos cuatro o cinco años el agricultor podrá obtener buenos resultados con los drones, que se convertirán en un apero más del paisaje agrario murciano». Es el futuro inmediato intuido por Daniel Portillo, administrador de la compañía Hábitat Estudios Ambientales y trasunto regional para la nueva tecnología de aquellos Froelich y Mann de finales del XIX.

Este pionero estuvo detrás del primer ensayo de un dron civil realizado en Murcia -quizá el tercero en toda España- en agosto de 2011. La Dakota del Sur local fueron los Llanos del Cagitán, en Mula, «una de las áreas más despobladas de la Región», donde se probó una aeronave desarrollada a partir de un avión de aeromodelismo modificado con cámaras, un nuevo cableado y un piloto automático.

Cuatro años después, en abril de 2015, el Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Alimentario (Imida), dependiente de la Consejería de Agricultura, adquirió sus propios drones para avanzar en la investigación de nuevas aplicaciones para el campo. «Nos dedicamos a hacer ensayos y ver los costes y cómo se puede automatizar todo el proceso de análisis de los miles de datos obtenidos para mejorar las cosechas», explica Manuel Erena, el coordinador del Grupo de Sistemas de Información Geográfica y Teledetección de esta institución.

«En menos de diez años», destaca, será frecuente encontrarlos sobrevolando las plantaciones de la Región. «Acabarán siendo un elemento más de la agricultura, como el tractor», añade. De momento, el ente de investigaciones murciano ya ensaya su uso en cultivos que tienen un alto valor añadido y en los que un aumento de calidad repercute directamente en el precio final. La viticultura es uno de estos segmentos capaces de soportar unos costes de en torno a 2.000 euros por operar para una plantación de unas 20 hectáreas.

Cien hectáreas de vides de Bodegas Juan Gil, en Jumilla, acogieron en julio de 2015 un primer sondeo con aeronaves de la compañía Drónica para calibrar el estado hídrico de las plantas. Para el responsable de viticultura de la compañía, Juan Manuel Gómez, su aprovechamiento «aún se encuentra a un nivel experimental», por lo que, añade, todavía se «necesita detrás una institución como el Imida para interpretar los datos». En el futuro, su uso se irá extendiendo hasta que lo adquiera el propio agricultor, que ya no tendrá que contratarlo a empresas externas. «Será el nuevo tractor», concluye el técnico.

Eloy Sánchez, gerente de Casa de la Ermita, en cuyos viñedos el Imida inició en septiembre nuevas pruebas, cree que en «un plazo de cinco años el uso de drones estará extendido entre plantaciones que apuestan por la calidad». Así, resalta que gracias a los datos que aporten, se podrán tomar «decisiones para optimizar el riego, el abonado, la poda o la recolección de la uva», entre otras numerosas ventajas.

Al margen de las limitaciones legales, que están estancando su uso, y de los avances en la interpretación de datos, la nueva tecnología debe continuar abaratándose para conseguir extenderse entre las explotaciones. Ahora, un dron como el mayor de los tres que ya emplea el Imida, fabricado por la empresa sevillana Droning, cuesta unos 10.000 euros, y otros tantos son necesarios para la cámara multiespectral encargada en Estados Unidos. El conjunto es un aparato movido por ocho rotores de 7,5 kilos de peso capaz de cubrir una extensión agraria de 40 hectáreas.

La Universidad Politécnica de Cartagena es otro organismo público de la Región que opera drones con fines de investigación. «Los utilizamos para comprobar si las plantas tienen el verdor adecuado a cada fase fenológica», explica el profesor de Agrónomos Alejandro Pérez.

De momento, solo instituciones de investigación como estas y grandes empresas agrarias se pueden permitir su uso en el campo. Las fuentes coinciden en que, como apunta Portillo, «la agricultura de precisión tiene mucho potencial, pero de momento está en pañales». En este tipo de agricultura, los drones no solo se emplearán para monitorizar el estado de los cultivos, sino que se servirá de ellos para aplicar directamente distintos tratamientos sobre cada planta.

En total, de los 1.719 operadores de drones dados de alta en el registro de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (Aesa), 34 son de Murcia y, de ellos, solo uno incluye específicamente entre sus actividades la agricultura de precisión. Todos, en cambio, sí contemplan tareas de levantamientos topográficos, en los que las cámaras de fotogrametría necesarias son más baratas y de donde ya se extrae un rendimiento económico sin grandes dificultades.

«Un dron cubre topográficamente 100 hectáreas con un solo vuelo y obtiene un trabajo equivalente al de un hombre que tomase 300 puntos de medición por metro cuadrado», explica el responsable de Hábitat Estudios Ambientales, la única compañía murciana que figura desde el primer año en el registro de Aesa: 2014. Otras 13 lograron el trámite en 2015 y las 20 restantes, este año.

«Va a haber una explosión en su uso», vaticina Erena. La consultora internacional PricewaterhouseCoopers calcula un negocio potencial para estos dipositivos en la agricultura en general de casi 30.000 millones de euros. De momento, la tecnología ya está disponible y se abarata a marchas forzadas. El gran paso, comparten los expertos, se dará con la llegada inminente de una nueva legislación que regule convenientemente su uso.

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