Desarrollar la tecnología de cultivos genéticamente modificados, como el maíz, no es fácil ni económica, ya que desde que se realiza la investigación hasta que se obtiene un permiso para comercializar, toma unos trece años, tiempo en el que se invierten entre 120 y 130 millones de dólares, señaló Alejandro Monteagudo, director general de Agrobio.
En entrevista con Crónica, Monteagudo refirió que los organismos genéticamente modificados (ogm) se han generado durante 20 años en distintas partes del mundo, sobre todo maíz, trigo y algodón, pero no han sido los centros de investigación gubernamentales o subsidiados, sino las grandes empresas privadas, las que han invertido en recurso humano, tecnológico y en tiempo para el desarrollo de transgénicos.
“¿Qué centro de investigación en México, incluso en el mundo, tiene recursos ya no digamos los 120 millones, sino la mitad o la tercera parte para destinarlo a este tipo de investigación? Se estima que de esos trece años, aproximadamente cinco o seis se van en etapa de desarrollo, intelectual y campo, y aproximadamente siete u ocho se dedican a la etapa regulatoria; esto nos habla de la complejidad de poder cumplir con todos los requisitos que las autoridades en México y el mundo imponen para permitir que estos cultivos se siembren, se comercialicen, lleguen al mercado, se consuman o se importen y exporte.
“Es muy complicado, hay que invertir mucho tiempo, mucho recurso humano y mucho dinero, y eso hace que se desincentive la investigación; hay muchos investigadores que se quedan en la etapa básica, porque en el papel, en los laboratorios desarrollan buenos proyectos e ideas, pero cuando quieren llevarlo al campo para empezar a probar, deben cumplir con todos los requisitos que impone la ley, y no es fácil”, dijo Monteagudo.
Por ello, dijo, sólo lo lleva a cabo “quien tiene esa capacidad (económica) y, también hay que decirlo, el ánimo para poder hacer frente a todo lo que implica llevar uno de estos cultivos al campo, a la etapa comercial”.
Refirió que en promedio se debe cubrir con unos 50 requisitos para poder cultivar e introducir en el mercado el producto ogm, sin embargo consideró que se ha avanzado en este punto, ya que en un principio se pedía un centenar de requisitos.
En México, sólo el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) y el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (Inifap) han presentado solicitudes para sembrar, entre otros, trigo o maíz genéticamente modificado.
Algunas solicitudes se otorgaron para siembra experimental, otras fueron negadas y unas están pendientes de resolver debido a que está en curso el juicio que promovieron ambientalistas y académicos para impedir la siembra y comercialización sobre todo de maíz transgénico en el país.
Respecto al costo de la semilla de maíz genéticamente modificado, Monteagudo refirió que tiene un precio superior a la semilla híbrida, por lo que cuando algún productor que, sin contratar la tecnología, obtiene de alguna forma la semilla y la utiliza, debe pagar por el producto.
“En todo caso se trata de evitar un juicio, porque no es razón de ser de las empresas ir demandando a productores por la vida, se trata de llegar a un acuerdo satisfactorio, esto es , que se pague por la semilla y por todo el paquete tecnológico el precio que sea justo, el que esté en el mercado”, dijo Monteagudo.
La Crónica